jueves, 9 de octubre de 2008

Milenario (2): el otoño del Imperio

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Mil años atrás, un mes de octubre de 1008, la ciudad de los califas bullía entre rumores y tensiones. No muy lejos de ella, se concentraban los hombres más poderosos de Al Andalus en torno al lecho de muerte de Abd al Malik ibn Abi Amir, el llamado
al-Muzaffar, a quien Almanzor había dejado en 1002 al frente del gobierno efectivo del Califato. Hisham II estaba encerrado en su cárcel dorada de Medina Azahara (en el viejo Alcázar emiral, según otros), alejado de los asuntos políticos.

Al-Muzaffar había sido un primer ministro que había tratado de continuar los pasos de su padre, llevando a cabo exitosas campañas militares contra los reinos cristianos un año tras otro. Sin embargo, su repentina enfermedad y agonía ponía contra las cuerdas los engranajes internos del Estado. Su medio hermano, Abd al-Rahman Sanyul o Sanchuelo, nieto de un rey de Navarra, era considerado por todos un incapaz, pero le correspondía el título de hayib si se quería continuar con la línea dinástica amirí. Enfrente, se situaban los legitimistas omeyas, las familias de la vieja aristocracia que veían como la reducción del papel del Califa, que ya constituía un mero símbolo, podía acabar con sus privilegios sociales.

Además, la llegada al poder de Sanyul estuvo rodeada de rumores acerca de su responsabilidad en la muerte de al-Muzaffar, al que podría haber envenenado. El nuevo hayib, en una actitud imprudente, se aficionó rápidamente a la vida de placeres de Hisham II, del que se hizo amigo íntimo. Enseguida cometió el primero de sus muchos errores: adoptó el título casi califal de al-Mamun, "el que inspira confianza".

Si Sanyul quería mantener el delicado equilibrio entre las facciones árabes, los beréberes y el resto de los grupos étnicos cordobeses, debía obrar con tacto y no traspasar una serie de líneas rojas. Al imbuirse de una dignidad reservada a la familia omeya, había cruzado la primera. No sería la última.

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Línea temporal de la dominación musulmana (I y II)

1 comentario:

Jinete Nocturno dijo...

Hola José,

Que grandes paseos por la historia de Córdoba nos ofreces. Espero que la historia cordobesa siga salpicando tu fantástico blog.

Si se acabará la historia de Córdoba...jajaja cosa imposible, siempre nos quedará Ávila.

Un abrazo.