martes, 26 de febrero de 2008

Córdoba frente al misterio (6): “¿Quién quema mi casa?” (2ª de 2)

(Ver anterior)

Habló personalmente con el psiquiatra y famoso periodista Jiménez del Oso, quien había popularizado estos temas unos años atrás. Le contó todo con pelos y señales, que si la cama se levantaba una cuarta del suelo, que si había aparecido un niño Jesús con las uñas astilladas dentro de un armario, que si se escuchaban lamentos. Y, sobre todo, los incendios. 

Fernández Bueno, Jiménez de Oso y Juan Jesús Vallejo se presentaron en Córdoba para conocer a esta familia, cuyo miembro más peculiar era la abuela, Faustina, quien llegaba a casa de ordinario sobre las 22.00, momento en que solían empezar los fenómenos, hasta eso de las once. Como quiera la llegada de los investigadores se produjo más o menos a esa hora, éstos estaban algo nerviosos. Resulta que Faustina entraba periódicamente en un estado similar a un ataque epiléptico, o un trance, durante el cual convulsionaba y golpeaba a todo el mundo. Ese día no faltó a la cita. Los periodistas, asustados, ayudaron a calmarla, y al igual que ocurría siempre no recordaba nada al volver en sí.

Como consecuencia, Jiménez del Oso recomendó que la mujer se sometiera a un tratamiento mediante hipnosis, porque estimaba que era ella la causa de todos los sucesos de la casa, y así se podría averiguar su origen. Puesta en manos del hipnoterapeuta (?) Horacio Ruiz, al parecer, fue tranquilizándose poco a poco, remitiendo los episodios de pérdida de control. Y, aunque no se logró encontrar un motivo de índole psicológica para el conjunto de fenómenos, los fuegos que habían costado más de cien kilos de pintura fueron remitiendo y haciéndose cada vez más raros. No pasó lo mismo con los demás elementos, porque durante años se siguieron moviendo los objetos y escuchando los quejidos.

A lo largo del siglo XX se ha sabido en Córdoba de algunos otros edificios donde se cuentan historias similares a esta. Sin embargo, no reúnen como aquí todos los elementos que tradicionalmente los escritores aficionados al tema identifican con un poltergeist, que suelen considerar producto real, inexplicable e involuntario de un trauma psicológico.

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